Un día desaparecieron los árboles
y brotaron las grúas
que avanzaban escupiendo cemento
y arrasando ríos, plazas y montañas
Mientras en el cielo,
nubarrones de inversores ávidos
acechaban las nucas
de soñadores utópicos
que se ocultaban
entre alquileres céntricos,
tras los periódicos de cafetería,
en los cines sin aparcamientos
y bajo los puentes de los rios
Huracanes de humos
ácidos de posesión
arrancaban de sus escondites
a los soñadores escuálidos
que se corroían entre gritos hipotecarios
Y en los mares hirviendo
los peces se arrastraban por las orillas,
mientras nuevas grúas híbridas
se bebían las últimas gotas de sal
hasta vomitar bocanadas de hormigón