Que los manchegos vengan a mi
Hoy me ha hecho muchísima ilusión una llamada que he tenido a la puerta de la oficina: era un amigo que ha vuelto de pasar tres meses en Nueva Zelanda, país de los kiwis, los pollos esos que nos han hecho pasar tantos buenos ratos jugando en algún que otro memorable videojuego de la MasterSystem (vale, no me acuerdo como se llama, ¿tanto se nota?). En fin, que me ha hecho mucha ilusión, en la biblia lo describirían usando algo así como: "¡Que los manchegos vengan a mí!"
Aunque ha sido una conversación breve, aplazada hasta la semana que viene cuando nos bombardearemos mutuamente en una épica batalla de enseñar recuerdos fotográficos, me ha removido el gusanillo ese de la nostalgia al acordarme del grupo de amistades al que antes ambos pertenecíamos. Cuántas amistades se van dejando apartadas en el transcurrir de los años. Ingeniosos del mundo: hay que inventar un recuperador de amigos, ¿no creéis?
Aunque ha sido una conversación breve, aplazada hasta la semana que viene cuando nos bombardearemos mutuamente en una épica batalla de enseñar recuerdos fotográficos, me ha removido el gusanillo ese de la nostalgia al acordarme del grupo de amistades al que antes ambos pertenecíamos. Cuántas amistades se van dejando apartadas en el transcurrir de los años. Ingeniosos del mundo: hay que inventar un recuperador de amigos, ¿no creéis?
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